Cuando
conocí Bolivia era el año 1989; pasé en El Alto dos meses y me impresionó la pobreza
de aquella época. Para mí fue un desafío a mi conciencia sacerdotal. Fue Jesús
mismo quien se me hizo presente en una segunda llamada, poniéndome delante las
necesidades del pueblo y diciéndome: ¿eres capaz de dejar todo lo que tienes y
seguirme hasta aquí.
En el año 1991 llegué para quedarme, se me encargó la Parroquia Jesús Obrero y en ella he sido párroco hasta ahora.
Siempre he intentado responder a las necesidades de la gente, tanto en lo material, para lo que se han ido poniendo en marcha diferentes proyectos educativos y de salud, que hoy día forman la Fundación Sembrando Esperanza, como en lo que se refiere a la Evangelización. La gente tiene mucha necesidad de conocer al Dios de Jesús, al Dios que ha venido a darnos vida plena y verdadera.
Hace veinte años, la Parroquia de Jesús Obrero era una realidad de mucha pobreza material y pastoral. Comenzamos haciendo misiones por las diferentes zonas. Hoy la Parroquia es una comunidad viva con grupos de jóvenes, adultos, niños y varias actividades misioneras, a lo largo del año, muy fructíferas. Soy testigo de la acción de Dios en estos años y, además, estamos teniendo una respuesta vocacional, tanto en chicos como en chicas, muy interesante, que son los frutos maduros de la evangelización.
Después de veinte años de trabajo la gente de Bolivia me ha robado el corazón, por su sencillez. Cuando llegan los momentos de desánimo, miro a los humildes y encuentro en ellos la fuerza para continuar. Además, la respuesta al Evangelio, cuando nos tomamos en serio la pastoral, es mucho más visible que en otros lugares.
En mi parroquia hay unas celebraciones vivas que extraño, cuando voy a otros lugares, unas actividades misioneras (Betania, Sicar, Betesda, Mis felices vacaciones…) que son un modelo de misión y de generosidad de los laicos, especialmente los más jóvenes. Ellos mismos trabajan para sacar adelante estas actividades. Bolivia, mi parroquia, me hacen muy feliz.
La
situación de pobreza de la gente deja de ser un dato frío, estadístico para ser
una realidad que golpea a la conciencia, que se convierte en llamada a tu
persona, para que movilices lo que tienes en la solidaridad. Es el mismo Cristo
el que se identifica con la gente en las situaciones de pobreza que viven y se
convierte en llamada.
Verdaderamente
Cristo se identifica con los últimos del mundo, con los que sufren situaciones
de pobreza, de marginación, con los que son desfavorecidos en este mundo y se
hace uno de ellos, de forma que nos invita a verle a El en ellos.
Llega
un momento en que el rostro de la gente que sufre se convierte en llamada, ya
no en dato estadístico,, frio y sin nombre, sino en llamada a dar tu vida, a
salir de ti, a responder a la realidad del mundo de los pobres.
Eso
sucedió en mi. Y hubo resistencias interiores, porque uno tiene un plan de vida, se ve como una persona del
primer mundo, aquí tienes tus relaciones afectivas, tu vida, piensas que te vas
a empobrecer, hasta que no puedes hacer otra cosa que escuchar la voz de Dios y
darle a prioridad.
Una
vocación misionera es una respuesta a la realidad de los desfavorecidos, surge
de la llamada de Dios que se hace fuerte, que fuerza, hasta que te puede, como
afirma el profeta Jeremías.
No
sabéis como ayuda en la misión la oración de la Iglesia entera, el apoyo efectivo
y afectivo, pero sobre todo la fuerza de la oración hecha solidaridad con todos
nosotros. Gracias por vuestra generosa solidaridad.
P. José Fuentes Cano
Párroco de Jesús Obrero
El Alto-Bolivia
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