No puedo comenzar con
otra imagen que no sea esta del Cristo Amarrado a la columna de Jumilla, es la
que me ha acompañado desde la infancia, siendo uno de esos recuerdos que
siempre vuelven a la mente, verme de pequeño, de la mano de mi padre, entrando
a la iglesia del Convento de Santa Ana para ver al Cristo y, lo más importante,
dejar que el Cristo me mire. “Miren a mi siervo, a quien sostengo…” (Is. 42,
1..) nos dice Dios por medio del profeta Isaías, el Viernes Santo siempre ha
sido para mí un momento privilegiado para mirar a Cristo, el Siervo de YHWH, al
hombre que sufre, que pende de la cruz, que yace muerto en las manos de su Madre,
también mi Madre,…, ver a Dios, su presencia en el dolor y la impotencia del
mundo, para dar esperanza a todo dolor y sentido a toda impotencia. A ello,
siempre me han ayudado en este día especialmente tres cosas: el Viacrucis, la
celebración de la Pasión, con la lectura de la Pasión según san Juan, y el
silencio…, silencio orante.
El VIACRUCIS.
Iniciar la
mañana, el día del Viernes Santo, acompañando a Jesús en su camino de Pasión,
de Cruz, teniendo presentes nuestras pasiones y cruces, es algo que siempre me
ha ayudado a entrar en este misterio. Aunque esto es algo que también se puede
hacer por la tarde o noche, tras la celebración de la Pasión.
PASIÓN
DEL SEÑOR.
Hoy no celebramos la Eucaristía, no hay consagración, aunque
sí comunión con la reserva del Santísimo, celebramos la Liturgia de la Palabra
que culmina siempre con la lectura de la Pasión según el Evangelio de Juan,
precedida por el cuarto cántico del Siervo de YHWH del profeta Isaías, el salmo
30 que nos invita a ponernos en las manos de Dios, y la carta a los Hebreos que
nos invita a acercarnos a Cristo, que por su sufrimiento y muerte, es el único
eterno y verdadero sacerdote, que ha pasado por todos nuestros sufrimientos.
Luego viene la Pasión según San Juan. No es este el lugar de
comentarla punto por punto, pero si permitirme detenerme en unos detalles que
solo aparecen en el Evangelio de Juan, y que creo pueden ayudarnos a
profundizar en el Misterio de Cristo.
1.
Un prendimiento peculiar. En el Evangelio
de Juan se pasa de la oración sacerdotal al huerto de los olivos donde tiene
lugar el prendimiento, pero sin la oración del huerto. Judas aparece no sólo
como el traidor que va a señalar a Jesús sino como quién dirige el destacamento
de soldados y guardias que va a prenderlo, pero es un personaje sin voz, sin
palabra, la último vez que habla Judas en el Evangelio de Juan es en la unción
en Betania (Jn 12, 5), para quejarse de lo caro del perfume que usaba María de
Betania para ungir los pies de Jesús. A mí, esta escena del prendimiento me
lleva a la zarza ardiente, Moisés va al encuentro de la zarza que arde y no se
consume, con curiosidad y con temor, y se encuentra con Dios, se descalza, toca
suelo, y escucha a un Dios que ha escuchado el clamor del pueblo que sufre, y
escucha el nombre de Dios: “Yo soy”. Aquí, Judas va al encuentro de Jesús, con
prisas, la escena la imagino rápida, con seguridad, no va a encontrarse con
Dios, ni a conocer su nombre, aunque Jesús lo dice, Jesús sale a su encuentro,
como Dios al de Moisés, y Jesús pregunta, y responde, responde dando el mismo
nombre de Dios: “Yo soy”, por eso, al oír el nombre de Dios, un nombre que
nadie puede pronunciar sin morir, todos se echan atrás y caen en tierra…; ellos
no pueden prender a Jesús si este no se deja. Por eso, a la segunda vez, Jesús
responde “soy yo”, y, es entonces cuando pueden prenderlo. En Jesús Dios se
hace hombre hasta el punto de dejarse prender por los hombres, pero ese dejarse
prender es también causa de la no perdición de los demás, todos los suyos,
incluso Pedro que hiere con la espada, pueden irse, pueden marcharse: Jesús no
pierde a ninguno de los que le fueron confiados.
2.
Jesús y Pilato. Aunque también es original
el papel de Anás en el juicio, dejo el juicio de los sacerdotes y las
negaciones de Pedro a un lado, y os invito a entrar en el curioso diálogo entre
Jesús y Pilato ¿Quién juzga a quién? ¿Quién pregunta a quién? Pilato se
presenta en Juan como la máxima autoridad, el que podía condenar a muerte o no,
pero eso no es cierto (por un lado sabemos que los judíos podían lapidar a los
blasfemos, pero no podían condenar a crucifixión; y, por otro, como se verá en
el desenlace Pilato no puede no condenar a Jesús, no es libre). Jesús no
responde a la pregunta de Pilato, sino que le pregunta a él, y, es Pilato quién
acaba respondiendo a Jesús, quién por otro lado acaba presentándose como un
auténtico rey, ya que él es testigo de la verdad, una verdad que Pilato no
conoce: “¿Y qué es la verdad?”, la tiene enfrente, pero no la conoce, o, no
quiere conocerla, la verdad es que Jesús es inocente, Pilato lo sabe, quiere
salvarlo, pero no podrá, no tendrá más remedio que condenarlo a muerte, tras
haberlo presentado como El Hombre, Ecce homo: El poder del Imperio es un poder
que condena al hombre, al ser humano, a la humanidad, impotente de salvarlo.
3.
Jesús, su madre, el discípulo amado. Entramos
en uno de los pasajes más simbólicos del Evangelio de Juan. Sabemos que es casi
imposible que dejaran estar a familiares y amigos del condenado tan cerca de
él, de hecho esta escena solo aparece en Juan, y los otros evangelios la
descartan. ¿Quiénes estaban al pie de la cruz? “..estaban su madre, la hermana
de su madre, María la de Cleofás, y María Magdalena.” ¿Cuatro o tres mujeres?
Por tradición solemos poner a tres, y entendemos que María la de Cleofás es la
hermana de su madre (no era inusual que los hermanos llevaran el mismo nombre),
y así, podemos situar a Juan como el discípulo amado… Pero, también podemos
decir que son cuatro mujeres: la mujer es un símbolo, es el complemento del
esposo, es la esposa, y, habría cuatro porque en esta escena ellas serían el
símbolo de la Creación, la obra del Creado, simbolizada por el número 4, cuatro
eran los elementos de todo lo creado (Tierra, Agua, Aire, Fuego), y 4 son los
puntos cardinales, mientras que Jesús en lo alto, en la cruz, entre sus brazos
y la cabeza forma un triángulo, 3, el número de Dios, el Creador, la Palabra
del Creador y el Espíritu, vemos a Dios con su cuerpo (basar), con su alma
(nefesh) y con su Espíritu (ruah), el palo de la cruz lo une a la tierra, donde
están las 4 mujeres. Quizás sobre esto habría que hablar más, pero lo dejo
aquí, creo que con esto es suficiente para hacernos idea de lo que sucede en el
Calvario: el Creador y la Creación se unen. Y luego viene ese diálogo entre el
Crucificado, la Madre y el discípulo amado: la Madre es símbolo ya de la
Iglesia, de la comunidad, el discípulo amado no tiene porque ser Juan, muchos
estudiosos lo consideran una figura literaria que usa Juan para conseguir que
el lector, identificándose con el discípulo amado entre a formar parte de la escena,
podemos, y de hecho, hoy el discípulo amado somos tú, yo y todo el que quiera
adentrarse en este misterio; también podría serlo María Magdalena, la palabra
discípulo no tiene género, en aquellos tiempos no se usaba lo de miembro y
miembra,… Entonces que tenemos: al pie de la cruz está la comunidad creyente,
la Iglesia, que en el momento de la muerte de Jesús recibirá su Espíritu, y
esta cada creyente individualmente, al morir Jesús, al irse físicamente de
entre nosotros, ¿quién será el encargado de cuidarnos, guiarnos, orientarnos?
La Madre, la Iglesia, la Mujer (la Esposa), que recibe de Jesús la misión de
ver a los individuos, a los discípulos como hijos, y a cada uno de nosotros nos
deja a la Iglesia, a la Madre, para que la cuidemos, la respetemos, la acojamos
en nuestra vida, en nuestra casa: “Ahí está tu madre”.
4.
La muerte de Jesús. El Evangelio de Juan
nos pone, aparte del relato comentado anteriormente, las palabras “Tengo sed”,
en la boca de Jesús, expresión que fui comprendiendo y profundizando a raíz de
conocer en Bolivia a las misioneras de la Caridad, de la Madre Teresa de
Calcuta, ellas al lado del Crucifijo ponen siempre las palabras “I thirst”, en
inglés, idioma de la Congregación “Tengo Sed”, Jesús tiene sed de nuestro amor,
de nuestra entrega, de nuestra caridad. Luego inclina la cabeza, tras decir
“Todo está cumplido”, es decir, Dios ya ha hecho todo lo que tenía que hacer y
decir, ahora nos toca a nosotros, y entrega su espíritu, lo entrega tras
inclinar la cabeza, lo entrega a los discípulos que estaban al pie de la cruz,
lo entrega a la Iglesia, por ello, esta imagen, junto al agua con la sangre que
nos narra luego Juan que salieron del costado de Cristo, símbolos del agua
bautismal y de la Eucaristía, nos indica que el Calvario es el momento del
nacimiento de la Iglesia, dónde ya se da Pentecostés, pues Jesús entrega ya
aquí su Espíritu.
5.
Acabar con el último detalle: la sepultura
de Jesús, Nicodemo que lo envuelve en lienzos, como se acostumbraba entre los
judíos. El resto de los evangelios nos dicen que lo envolvieron en una sábana y
lo llevaron a la sepultura, aquí nos dice que tuvieron tiempo de envolverlo con
lienzos, como a Lázaro y cómo hacían los judíos. Esto será importante, pues
Juan, como prueba de la Resurrección y de que el cadáver no fue robado nos
indicara que los lienzos estaban en la sepultura (Jn 20, 7), si alguien roba un
cuerpo no se entretiene en quitarle las vendas, se lo lleva vendado.
Celebrando en el
Santo Sepulcro de Jerusalén, en la capilla lateral al lugar del Calvario, lugar
donde fue clavado Jesús en la cruz, el 7 de diciembre de 2019.
La celebración continua con la
oración por todo el mundo, una oración hoy más que nunca necesaria, ante las
circunstancias que vivimos, para luego pasar a la adoración de la cruz.
ORACIÓN DESDE EL SILENCIO Y LA
IMPOTENCIA.
Y ahora ¿qué? Para mí, el sábado santo
ha sido siempre un día peculiar, día de descanso, de otro ritmo, de no hacer
oración, pues Dios está muerto. Especialmente, siendo párroco en Jumilla pude
experimentar esa ausencia o muerte de Dios. Me acuerdo que uno de los años,
pudimos vaciar totalmente la iglesia, no quedó ninguna imagen, y dio la
causalidad que falleció un feligrés y la familia me pidió celebrar las exequias
en la iglesia, y, aunque les expliqué que además de no poder celebrarse la
eucaristía la iglesia estaba vacía, insistieron, luego cuando llegaron se
notaba en sus caras la extrañeza e incluso el enfado, que se les fue pasando
conforme se hacían las exequias y unía al difunto a Jesús, pues experimentaba
lo mismo que Él. Si hemos matado a Cristo no puedo buscarlo para rezar ante su
imagen, si lo busco, no lo encuentro. Ese sábado, con esa familia, sentí
también el vértigo de la ausencia de Dios en mi vida: “No está”, no hay imagen
dónde buscarlo, ha descendido al lugar de los muertos…. Vacío, silencio,
soledad… Experimentarlo, no hace falta llegar a la angustia, aunque tampoco es
mala experiencia. Es como el silencio de Auschwitz, es como el ¿dónde está
Dios? ante la muerte de un ser querido, ante el Mal en el mundo, ante la
pandemia del coronavirus,…, es algo que también está en nuestras vidas y a lo
que tarde o temprano tendremos que enfrentarnos y a lo que responder, y no vale
lo que otros dicen, sino la respuesta que yo puedo descubrir desde mi
reflexión, mi experiencia, mi fe… Es un día para reflexionar, experimentar,
entrar en la oscuridad, en el silencio de una noche, que será iluminada.
Y termino, os dejo con una oración, de
un jesuita mártir en Bolivia, que me ha acompañado en muchas ocasiones, a lo
mejor no se ve la conexión con lo que aquí he ido diciendo, pero la comparto,
pues muchos sábados santos los he pasado leyendo y releyendo esta oración.
GASTAR LA
VIDA
Jesucristo ha dicho:
“Quien quiera economizar su vida, la perderá;
y quien la gaste por Mi, la recobrará en la vida eterna”.
Pero a nosotros nos da miedo gastar la vida,
entregarla sin reservas.
Un terrible instinto de conservación nos lleva hacia el egoísmo,
y nos atenaza cuando queremos jugarnos la vida.
Tenemos seguros por todas partes, para evitar los riesgos.
Y sobre todo está la cobardía…
“Quien quiera economizar su vida, la perderá;
y quien la gaste por Mi, la recobrará en la vida eterna”.
Pero a nosotros nos da miedo gastar la vida,
entregarla sin reservas.
Un terrible instinto de conservación nos lleva hacia el egoísmo,
y nos atenaza cuando queremos jugarnos la vida.
Tenemos seguros por todas partes, para evitar los riesgos.
Y sobre todo está la cobardía…
Señor Jesucristo, nos da
miedo gastar la vida.
Pero la vida Tú nos la has dado para gastarla;
no se la puede economizar en estéril egoísmo.
Gastar la vida es trabajar por los demás, aunque no paguen;
hacer un favor al que no va a devolver;
gastar la vida es lanzarse aún al fracaso, si hace falta, sin falsas prudencias;
es quemar las naves en bien del prójimo.
Somos antorchas que solo tenemos sentido cuando nos quemamos;
solamente entonces seremos luz.
Líbranos de la prudencia cobarde,
la que nos hace evitar el sacrificio, y buscar la seguridad.
Gastar la vida no se hace con gestos ampulosos, y falsa teatralidad.
La vida se da sencillamente, sin publicidad,
como el agua de la vertiente, como la madre da el pecho al niño,
como el sudor humilde del sembrador.
Entrénanos, Señor, a lanzarnos a lo imposible,
porque detrás de lo imposible está tu gracia y tu presencia;
no podemos caer en el vacío.
El futuro es un enigma, nuestro camino se interna en la niebla;
pero queremos seguir dándonos, porque Tú estás esperando en la noche,
con mil ojos llenos de lágrimas.
Pero la vida Tú nos la has dado para gastarla;
no se la puede economizar en estéril egoísmo.
Gastar la vida es trabajar por los demás, aunque no paguen;
hacer un favor al que no va a devolver;
gastar la vida es lanzarse aún al fracaso, si hace falta, sin falsas prudencias;
es quemar las naves en bien del prójimo.
Somos antorchas que solo tenemos sentido cuando nos quemamos;
solamente entonces seremos luz.
Líbranos de la prudencia cobarde,
la que nos hace evitar el sacrificio, y buscar la seguridad.
Gastar la vida no se hace con gestos ampulosos, y falsa teatralidad.
La vida se da sencillamente, sin publicidad,
como el agua de la vertiente, como la madre da el pecho al niño,
como el sudor humilde del sembrador.
Entrénanos, Señor, a lanzarnos a lo imposible,
porque detrás de lo imposible está tu gracia y tu presencia;
no podemos caer en el vacío.
El futuro es un enigma, nuestro camino se interna en la niebla;
pero queremos seguir dándonos, porque Tú estás esperando en la noche,
con mil ojos llenos de lágrimas.
Luis Espinal, SJ
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